Si Angela Merkel eligiera Estambul para su visita en 2015 para evitar el controvertido y ostentoso palacio del presidente Recep Tayyip Erdogan en Ankara, la alternativa le habría decepcionado. Las fotos de su reunión aquí muestran a los dos líderes sentados en opulentas sillas doradas, rodeados de oro. Todo ello mientras discuten la situación de los refugiados desesperados. Los comentarios en las redes sociales no se hicieron esperar: la Reina de Europa y el Sultán de Turquía en sus tronos. La sonrisa dolida de la canciller alemana lo dice todo. Sin embargo, la escala de Merkel fue un regalo preelectoral para Erdogan. Elogió a Turquía por acoger a dos millones de refugiados sirios. A cambio, se espera que Turquía vigile mejor las fronteras europeas, mejore las condiciones de los refugiados en su país e imponga restricciones a algunos nacionales que entran en Turquía con tanta libertad.
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