Treinta años después de la independencia, el sistema sanitario de Armenia ha logrado algunos éxitos y ha alcanzado varios hitos, pero en general sigue siendo ineficiente, mal gestionado e incapaz de atender algunas de las necesidades y obligaciones sanitarias básicas de la sociedad armenia. Con una mala distribución de las infraestructuras y los recursos humanos, una débil supervisión gubernamental, un desequilibrio socioeconómico y una escasa financiación pública, el sistema sanitario armenio tiene dificultades para cumplir sus obligaciones constitucionales. Esto se ve agravado por el incumplimiento subyacente de ciertos deberes éticos, junto con las obligaciones ante las iniciativas internacionales. Como demuestran los datos cuantitativos, el problema de Armenia ya no es la insuficiencia de recursos. El sector sanitario de Armenia, en general, tiene la mayor parte de lo que necesita, y la diáspora, cuando se trata de acumular recursos, es el glaciado proverbial del pastel. Así pues, lo que Armenia necesita es centrarse en el sistema y en los procesos de buena gobernanza, liderazgo, priorización, coordinación y colaboración que le permitan hacer un uso mejor y más eficaz de sus recursos. Si queremos una mejor educación médica, debemos mejorar el sistema de educación médica, no sólo dar un montón de conferencias. Si queremos mejores resultados para nuestros pacientes con cáncer, deberíamos tratar de tener un sistema que sepa cómo hacerlo, no sólo hacer muchas más cirugías de cáncer. En pocas palabras, hay que plantearse la siguiente pregunta: ¿Qué podemos hacer para que el sistema funcione mejor, en lugar de emprender otra iniciativa que pretende poner una tirita en una herida que supura?
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